Aprendiendo a hacer la Pasta de Orecchiette en Bari, Italia
Por: Daniela Pérez
Una vez leí en una revista de viaje que en Italia era posible aprender a hacer pasta con un grupo de abuelitas. La idea me llamó tanto la atención que decidí un verano ir a la ciudad de Bari, en Italia, a buscar a Franca Fiore, la abuela que tenía la mejor receta de la pasta tradicional del área llamada orecchiette.
Conociendo a la maestra
Al llegar a casa de Franca me encontré con cuatro personas más que también querían aprender a hacer pasta. Un chico de Estados Unidos, una mamá y su hija de la República Checa, y otra chica italiana que quería aprender la tradición. La hija de Franca, Nunzia Caputo, nos ayudó y dio explicaciones. Lo interesante es que Franca, ya de bastante edad, no hablaba nada de inglés o español, solo italiano. Así que no quedó otra que seguir lo que ella hacía para poder hacer un buen orecchiette.
La receta para la pasta de orecchiette
Franca mezcló la semolina (o harina gruesa) con el agua y pronto nos pusimos a amasar. Todos seguimos cada uno de los pasos que ella nos indicaba en italiano. Con el grupo nos reímos mucho y tratábamos de seguirle el paso, Franca era muy rápida con la masa.
Luego tomamos la masa y comenzamos a hacer orecchiette, una especie de conchas, con un cuchillo de mesa. Franca hacía que todo pareciera sencillo. La verdad es que a ninguno de nosotros nos quedaban como sus conchitas, eran cualquier cosa menos la pasta orecchiette. “Mas práctica” nos decía Franca, así que continuamos y continuamos. Para mi sorpresa, después de un rato, mi pasta ya parecía algo más como una conchita, el famoso orecchiette.
Trabajamos por horas haciendo pasta mientras Franca nos contaba de su vida en Italia y de cómo aprendió a hacer pasta a través de sus abuelas. Resulta que en la parte antigua de Bari hay una calle donde todas las señoras hacen pasta y la venden a los turistas.
A cocinar y comer el orecchiette
Una vez terminados con la pasta, Franca puso el agua caliente y la comenzó a cocinar por unos minutos poniendo un puñado de sal en el agua. Una vez lista, la coló y le puso una salsa de tomates que ella misma había preparado. Todos nos sentamos a la mesa a disfrutar la pasta que habíamos hecho con nuestras manos. Nos sentimos orgullosos y a decir verdad creo que es la mejor pasta que he probado en mi vida.
El resto de la pasta lo puso en unas puertas de mallas fuera de su casa donde el sol secaría la pasta para luego poder guardarla. “La mejor pasta siempre es fresca” nos recordaba Nunzia.
La experiencia fue única y cada vez que la recuerdo me trae mucha alegría. Si tienes la oportunidad de tomar alguna clase de cocina en tu ciudad o en tu casa con tu mamá o papá ¡disfruta de la experiencia! Seguro será una de las comidas más ricas de tu vida.